Me enajena ese punto de luz petrificado
hundiéndose en el pozo de los éxtasis
Una serpiente se desliza íntimamente
sus rasgos son gestos insaciables
dóciles bestias con poder enigmático
equilibristas al borde del espasmo
Irreflexiva soy más que mis versos
En el reflujo del abrazo
decanto entre los labios tu mirada potable
Tus huellas dactilares son laberintos
por donde camino tiritando de frío o de no sé qué
pillo de grandes garras como demonio hambriento
Quema mi carne tu ofrenda
mi carne que es hierba de monte
Sobre la ceguera en que me encuentro
sobrevive el prodigio de tus dedos
Y a veces soy tan poca cosa
tan honorablemente pequeñita.
Yo ya no tengo a veces dónde echarme a morir.
(de En boca de otro, editorial Xilote, junio 1996)