viernes, agosto 26, 2005

cuatrocientas mentiras 1

(De: Cuatrocientas Mentiras, Coedición BUAP-IPN, colección Letras Poblanas 1999)

Dobló la cabeza como una flor

cuyo tallo ha sentido el duro contacto

del filo de la hoz, y cayó desvanecida.

Stendhal.

Rojo y negro.



Mascaras Sin Piedad


Como recuerdo del mundo del que vengo,

traigo un sello de fuego en las entrañas.

No soy floración de las estrellas,

soy mar en la tormenta del acaso.

Toro hembra que embiste las tinieblas.


I

Camino en círculos.

Mi cabeza da contra la doble identidad de una ventana-cielo.

Metido en su doblez, alguien aguarda.

Ha de ser Dios.

Si fuera el diablo abriría la ventana

para verme caer de un rascacielos.

Un mundo afuera se oye,

bajo el agua flotan las manos,

las piernas.

Silencio de líquido amniótico.


II

María del Carmen Olvera dijo un día:

¿Yo casarme con Rodolfo Huerta? ¡Ni loca!

Y se casó. Y tuvo cinco hijos,

ella.

Él tuvo veintiséis.

III

Si un varón nacía bajo el signo del Caballo de Fuego,

una madre de la antigua China podía sentirse bendecida.

Pero si era mujer, para librarla del destino, debía

matarla con sus propias manos.

En mi madre no cupo tal piedad.


IV

Cuando llovía,

se arremangaban el frío y modelaban con lodo

blandos lechos, donde acostar el mar.

Con cáscara de nuez de Castilla construían su carabela,

y sorteaban descalzos la tempestad.

Cuando no llovía,

con ramas de encino verde y pelota de piedra,

jugaban a las grandes ligas.

Mi hermano era el pitcher.

V

La abuela es un manantial que sangra.

Desde su boca emerge una mariposa de viva madreperla.

Los hombres lloran y su llanto parecen carcajadas.

Los niños se preguntan que es eso,

que ya no es la abuela.

VI

Tuve un amigo en el Jardín de Niños.

- Al que llora primero pierde -

jugamos muchas veces.

Yo siempre perdí.

VII

El viejo estuvo tendido en su letargo;

- Yo soy la puerta.- le dice Juan Bautista -

Aquel que entra en mí, será salvado.-

Es de noche.

En su cara se rompe su cara.

Sangra.

Enfrente de la puerta

alguien colgó un espejo.

VII

Tedio de este mundo atormentado...

Chignahuapan en invierno.

Anónimo.

Son una multitud de morenas desnudas.

Metidas hasta la cintura en el agua

nenúfares y lirios acuáticos las engalanan.

Por fuera muchachas de soberbia gris,

por dentro rocas.

IX

Nos gustaba el basurero, éramos niños.

¡Qué atiborrado sitio de utensilios extraños!

fotos de amantes amarillos, sartenes, muñecos;

miles de fantasías que las muchachas viejas tiran,

porque siempre hay un tiempo en toda reina

que de nada le sirve la corona.

Un día encontramos una caja de cartón con pañales

y un llanto pequeñito rodeado de perros,

cayéndoseles de hambre el hocico.

Luchamos contra ellos armados de coraje hasta los dientes.

Junto a esa minucia que aún latía

montamos guardia

y no tardaron en llegar refuerzos.

Ahora se llama Fénix y es una niña hermosa.

X

Aquella noche estuvo a punto de naufragar con todo y féretro.

Su cara maquillada para la eternidad, sus labios coloreados.

¡Con cuánto cuidado habría lavado su cara de maniquí!

Pero entonces no sabía como se cura la rabia.

Estuvo a punto aquella noche de naufragar mi abuelo.

Lo salvaron sus manos,

porque para las manos, no hay máscaras.

XI

Es trasparente la nieve negra,

pero su frío es oscuro.

En el llano se habla con la mirada

y es un silencio cálido

el ligero vapor de la sonrisa.


No sé qué es.

No la conozco.

No me importa.

No he sentido su morbosa languidez

ni la cerosa textura de sus dedos.

No tengo la menor idea dónde será

¿Junto a quién? espalda con espalda

o soliloquio en un solar sin sol.

No

Cuando se trata de mi muerte

se me nublan las entendederas.

lunes, agosto 22, 2005

La muerte

I

Industriosa Monótona

Irrepetible como el amor

Sobre protegida

Plato de lentejas sin sal

Vagabunda amnésica

montada en un caballo de ceniza

II

Tocó la puerta de mi cuerpo con desgano

con flojera de gato echado al sol

después

unos aldabonazos violentos

y esperó

III

Cuántas cosas dijeron

sus cuencas vacías

. . .


IV

Mientras tanto sonrío

Piel abajo donde el cielo

pierde su casto nombre

la vida me llama

humedece sus labios con mi néctar

Por la ventana de hospital

me enseña un árbol

una cancha de basquet

mis sobrinos que burlaron la guardia

para venir a saludarme


V

Y la muerte se aleja

a treinta y siete grados centígrados por segundo.

Miel sobre el pan con nata

recién salido de mi infancia

Todos duermen

en unos brazos de algodón y azúcar

Los colores tocan por fin mis ojos

para vencer la más noche de mis noches

En un lugar del futuro hay un insecto

que atraviesa con un alfiler los sueños al vuelo

y un minuto se entretiene

viendo mi cara de cera

Con un sorbo caliente

se sacia la eternidad después

¿Quién inventó el infinito?

El destino

con sus cascos de perpetuidad

trota sin premura

A horcajadas me sostengo

sobre su lomo de bestia enceguecida

Soy sus ojos

Aferrada a sus crines sudorosas

lo conduzco a mi muerte.

Estas ganas de mesa

y tanta hambre atrincherada en los dientes,

retorciéndose de ser tanta

que ya no cabe el mar en las papilas

y el cielo es un azul pasteurizado

y el queso de la luna está muy lejos.

Esta mesa pequeña es muy pequeña.

Prometeo de ciudad.

El sol sale cuando el silencio

se va quedando mudo

y hay mucho que contarle al horizonte

a sus oídos de muro ciego.

Después el ruido

-tierna ignorancia de los sordos-

me revienta las entrañas.

Prometeo.

Se paga el sol en la humedad

de las calles hediondas.

Hay neblina en los huesos

Los satélites fabrican estrellas venenosas

con las que familias completas

se suicidan cada tarde

Una mitad de su espejo es cinescopio

frente al que mastican pedazos de cartón

y de inconsciencia

Hasta la infancia sufre necrosis en los sueños

Dentro de la pantalla de cristal

la alegría es una bofa nalga de modelo

el amor plástico rojo

y el dolor histeria colectiva.

Sin embargo

la ternura se burla de las ondas hertzianas.

Un animal cabalga por la sangre

Terco

desbocado

rojo

Remueve las cuerdas entumidas

una expresión de coraje.

El silencio no nos pudrió la carne.

Otra vez la rata

Metida en mi nuca mordisquea sueños,

los infecta.

sus chillidos son agujas entre mis dedos y mis uñas.

La odio porque sus ojos

se burlan de mi suerte;

sólo saber que habita los metros que yo piso

me espeluzna.

Monta caballo de papel maché

como si a galope el infierno atravesara.

La rata omnipresente.

Me parece que es la rata

la que carga en el lomo la redondez del mundo.

Si se presenta el desaliento

ahí la rata,

si el hambre

la rata,

si el espanto

la rata.

Y en la desórbita del delirio,

cómo huye la rata de la escoba

Apocalipsis

Nos pusieron a moler piedras con los dientes

Intoxicaron nuestros oídos voces de plomo

Rentaron las entrañas de la historia;

ya no quedan estrellas para cambiarlas por espejos.

En la inteligencia de cada ser humano

encerraron una bestia sin cascos

y el pensamiento quedó más destrozado

que el suelo después de un jaripeo.

Todo para que ellos cuatro

pudieran pasearse por el planeta

como Juan por su casa.